A lo largo de los siglos siempre fueron discutidos dos enfoques de la actuación. Los dos enfoques tienen nombres que me molestan y confunden, pero como el lector los oirá a menudo, repitámoslos ahora, con la esperanza de abandonarlos: Uno es el enfoque representativo y el otro el enfoque presentativo.
El actor representativo intencionadamente elige imitar o lustrar la conducta del personaje. El actor presentativo trata de revelar la conducta humana mediante el uso de su propia persona, gracias a la comprensión de sí mismo y por lo tanto a la comprensión del personaje al que retrata.
El actor representativo descubre una forma basada en un resultado objetivo y la asigna al personaje, al que estudia atentamente mientras ejecuta aquella. El actor presentativo confía en que obtendrá una forma gracias a la identificación con el personaje y el descubrimiento de los actos del mismo, y trabaja en escena buscando una experiencia subjetiva que se desarrolla momento a momento.
Hay grandes actores en donde el público se pone de pie para gritar y proclamar su admiración, pero hay otros grandes actores en donde el público llora, se angustia o ríe. El público puede gritar “¡Bravo!”, e incluso ponerse de pie y vivar, pero está reaccionando como lo haría frente a un acróbata o un equilibrista, esta vivando la habilidad visible, está aplaudiendo la hazaña ejecutada. Pero falta la empatía vital con la conducta humana, el compromiso emocional entre el actor y el público.
La actuación formalizada, externa (representativa) exhibe una firme tendencia a seguir los dictados de la moda. La actuación interna (presentativa) rechaza la moda y por lo tanto puede llegar a ser tan intemporal como la propia experiencia humana.
Creo que ahora el lector comprende cual es mi posición. Pero si adhiero al enfoque presentativo de la actuación, no rechazo el método representativo; proceder de ese modo equivaldría a rechazar a actores brillantes que hallaron su camino aplicando ese método. Rechazo el método representativo sólo para mí mismo, como director y maestro. Debo encontrar un enfoque del teatro que sea válido para mí.
Como maestro puedo enseñar únicamente aquello en lo cual creo.